Capacidad motivadora de los impuestos

La naturaleza de la imposición fiscal, además de servir como fuente principal de ingresos para el Estado, tiene la capacidad de influir en la economía mediante el fomento o desmotivación de ciertas actividades económicas o sectores específicos.

Por ejemplo, en el año 2015 en Estados Unidos se discutió un proyecto de ley para gravar las bebidas gaseosas como forma de mitigar el problema de obesidad en la población que, indirectamente, incrementa el gasto en salud pública por los efectos colaterales de la obesidad.

Es decir, que a través de los impuestos aplicables a los sectores económicos, el Estado puede promover actividades como el turismo o Zonas Francas, ya que gozan de regímenes especiales de tributación que hacen estos sectores atractivos para los inversionistas.

Asimismo, puede desincentivar el uso de productos de tabaco y alcohol aplicándoles impuestos caros que limiten la capacidad adquisitiva de los consumidores y de esa manera disminuir su uso.

Sin embargo, no se trata de una formula exacta ya que no siempre la respuesta a las leyes tributarias es la esperada. Por ejemplo, en el caso de las bebidas alcohólicas un gravamen alto no evitó su consumo, sino que incrementó la evasión y contrabando de esos productos, así como hemos visto en los recientes titulares de la prensa nacional.

Parece ser que, así como el Estado procura garantizarse un ingreso a través de los impuestos, la tendencia natural es que las personas busquen la forma de pagar menos o nada.

Es por ello que nuestro Código Tributario cuenta con diversas modificaciones que además de hacer el cumplimiento tributario más complejo, busca corregir las distorsiones caudas como resultado de la imposición fiscal y las artimañas ejecutadas sobre la base de lagunas legales que suelen “evitar” el impuesto. Es como un círculo vicioso de crear la ley, crear la trampa y crear otra ley que evite esa trampa.

Entonces, como consecuencia de lo anterior, es trabajo del legislador, tomarse el tiempo suficiente para crear las leyes fiscales, estudiarlas y tratar de medir su efecto antes de publicarlas para de esta forma garantizar un sistema tributario simple, de fácil cumplimiento, y que sea sostenible en el tiempo, que no sea necesario modificarlo cada dos años para corregir las distorsiones y velar porque las leyes cumplan el cometido.

Cuando una ley de incentivo es utilizada como medio de defraudación fiscal, debe ser revisada, así como cuando una ley busca desincentivar el consumo como del alcohol o tabaco y lo que consigue es que de fondo exista un mercado negro y contrabando, ésta ley tampoco está cumpliendo su cometido.

Lo que sí está claro es que los impuestos pueden distorsionar la economía pero ojalá que esas distorsiones puedan funcionar en favor nuestro (como Estado) y no en contra.

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